martes, 12 de mayo de 2009

PLÁCIDA LAGUNA NEGRA
















¡UNA MADRE!


Con amor a la Madre de Todas las Cogedoras

Con amor a la Madre de Todas las Cogedoras

Plácida laguna negra que yaces abiertos los muslos torneasolados, escalor-friantes y duros y tersos y suaves, mientras las olas van y vienen y van en oleadas de suspiros y quejidos.

Cerrados los rasgados ojos mientras la gran vulva rasga, ultraja y penetra inmisericorde a esta living rolling stone, great living rock,
esta piedra viva y movediza, este obelisco granítico que agarras y

¡Fuck !, rock and roll, sacudía salvajemente tu gran cool-very cool-culo ondeante y redondísimo
con un ritmo que ni los Beatles y las cataratas rugientes
de tus agridulces jugos de la matriz,
¡Oh ! madre de todas las cogedoras.

Me estremecía con el estruendo de tus “¡oh más, mételo más !”
y te lo hundía hasta el naufragio de tu hirviente, palpitante carne.
En medio de la arena de Chichulub, entre conchas nacaradas
como esas doradas que lamía y besaba en embeleso, mientras la vida se me iba en absurdas idas y venidas,
paradas continuas
y prendido a esas chíchísimas cachondísimas con mucho cuidado.

Lentamente, descendía al infierno de tu desleal panocha
que me mordía con agrestes y triturantes afiladísimos dientes negros de la papayota insaciable, irascible, absorbente, ¡vente !, ya, ay, uy, más, zás, zás, zás...


Mientras la ululante lengua paralizaba innumerablenuevamente tu ¡clic-clic !clít-oris, iridiscentes arco iris risueño de mis sueños.

Pero hoy, veinte cabrones años después,
Ya he perdido toda esperanza, amor mío,
de que me seas fiel. Mi boca es hiel.

Más aún: siento machísimo que me hayas arrebatado
los placeres sexuales y te pongas retadora, enfrentándote ceñuda
a mis vanas pretensiones de que cumplas con el débito conyugal. ¿Cómo, carajos, si estás adulterada y ¿satisfecha?

Dices a tus pichurrientos amantes que hace tres años este viejillo no te lo mete.

¡No chingues! Me exhibes como un pendejo impotente o rechazado por repugnante lascivo anciano decrépito!

Es comprensible, calumniadora, difamadora:
A mi abstinencia supuesta echas la culpa de tus devaneos delirantes y tus gigangrescas ganas de coger.

Has encontrado otro pene de un pendejo peor para que te penetre con ritmo juvenil y cadencia sicalíptica, con sabor a salsa.

Pero, descuida chata. Verás que mi verga y la de todos los bergantines de una flota inmensa de ladridos de un horizonte de perros no podrán acallar tu demente lujuria :

Aleluya, aleluya, que cada quien agarre la tuya—el par de esas aguadas nalgas tuyas-- y que es el espléndido monumental nalgatorio de tu trasero que arrasa y abrasa a esos nacos mecos.


Entretanto, en mi soledad, hoy que te has ido acompañada de tus mugrosos gorilas,
triste suena el cool jaz,
Mientras en algún tugurio mueves en rotundos círculos tu culo y te deshaces en lujuriosos gritos y ayes y “¡Oh es delicioso y dame y métemelo más y más”
Y, acordándome, ¡alláaa voy, me vengo, cogiéndote hasta la ignominia...


Piérdete, desaparece de mi vida,
adelgázate hasta que llegues otra vez al hospital
sin glóbulos rojos porque para conquistarlos dejaste de comer y le diste al chupe, al chupeteo y al meneo: ¡zas !¡zás! ¡zás!
y al cigarro y a la hierba y a las drogas que detesto.


Mentirosa: no te atreves a decirles que te cogía por la mañana y por la noche, hasta que exhausta me pedías que detuviera el impetuoso acoso.

Falsa: no es cierto que para mantenerlo enhiesto requiriera viagra, testosterona o Proscar…Malhechora malediciente, maleficiente.


Me bastaba, hasta hace unos días, como desde hace veinte años, tal como sería siempre, con mamarte las tetas maltrechas por amamantar a nuestro Benjamín.

No me decepcionaba que las tuvieras caídas, que tus carnes estuvieran adiposas, hueras, flojas y que aparecieran por doquier las terribles huellas de la edad estival, que la firmeza de los músculos y de tu culo quedaran lejos, en el ocaso, acaso.

Envidiabas, pues, que mi verga se mantuviera muy en alto, enhiesta y retadora.

Por eso estoy encabronado. Es el colmo que la despechada y loca mujer de tu amante viniera hoy a contarme que engatusaste al palurdo paludo con mentirijillas despreciables: que hacía tres años que no cohabitabas con tu marido…¡Pobrecita, hambrienta de falos!

Lo que menos me importa es tu traición, tu infidelidad perversa: ya estaba acostumbrado. Así naciste, así creciste: tu raza no conoce la lealtad. Es un clan primitivo que no sabe con qué se come el respeto ni puede masticar la fe: la perdiste y ya no puedes perder más. Tienes un ojo puesto en la muerte y el otro en el pito infernal de ese pelafustán funesto.

Sí lo se, no lo niegas, desfachatada: lo riegas en tus delirios de ensoñaciones eróticas a plena luz del día: eres cínica y lo proclamas a los cuatro vientos:

te lo cogiste y lo gozaste marinera maniática de las vergas de los bergantines pletóricos de adolescentes y dolientes putañeros.


Y yo aquí, desgraciada adúltera, rechazo el recuerdo del aciago momento en que caí de rodillas para mordisquear tus vibrantes nalgas y abrazarme desesperado al selvático triángulo más negro que mi suerte bajo el diluvio de los sones y de la terrible música norteña.


Y aleluyarte hasta no se cuando, hasta que te quedes por fin dormida, abrumada por tantas venidas bienvenidas
y los orgasmos y las espermatizadas sábanas revueltas en medio de la bruma de la madrugada fría.

Se va mi ensoñación erótica y te maldigo:
Una vez más, estúpida, te dejarán como muerta
Y caerás en la desesperación y el histérico llanto,
después de la devolución a la realidad con cruda, gimiente y ya no mientes, otoñal puta tonta;
ruedan tus lágrimas, consciente de que se te ha ido hasta la vida en tu lujuria plural y deliberadamente suicida, en pos del sida,


Ay, uyuyuy !, querida y adorable creatura, vida mía...
y te predispones para otro suicidio, atentando así contra mi vida.

Entonces vienes a mi memoria como Pichona con la sentencia de que la felicidad consiste, las más de las veces, en saberse engañar.

No te desengañes pronto: dale vuelo a la hilacha y si quieres ser feliz, como me dices,
No analices muchacha vieja y fea, no analices.

Así, pinche Pelancha, aprende que pronunciarás la palabra FELICIDAD
Con terror,
pues apenas si pudiste sobrellevar la prosperidad en medio de las envidiosas flacuchas de mierda Biagra que dan viagra a sus mamones amantes y maridos y que ni así les entran a las desdentadas: te odian y por eso, porque tú si estás buenota y dabas las nalgas al Maestro, con cariño, te apartaron de tu hogar, de tus hijos y de tu académico marido. ¡Qué se las des, ahorita, a los famélicos perros!

No obstante, extraviada,
Al largarte, has elevado la mirada con soberbia.
Sabe que la mujer fiel es humilde, tan sencilla como la dichosa Rocío.
La desleal es canallescamente alzada.

Te perdiste no en un bosque sino en los serpenteantes senderos polvosos de la lujuria y los pecados, en medio de la Semana Santa, mientras comías pescado.

Te intoxicaste, ahita en el carnal hartazgo. Estás poluta: manchada, llena de moretones y de granaos. Das asco.

Los caminos de la lealtad son siempre rectos.
Para ti, traidora, que me acompañaste a regañadientes en medio de la multitud de adversidades, muchas por ti creadas,
fue muy difícil guardar la fidelidad a la palabra dada frente al Altísimo.

Cobarde: ser leal es la mayor valentía. Te rajaste y abandonaste al marido y a tu primogénito : no nos separó la muerte sino tu malhadada suerte. En mujeres pasionales, como tú, la lealtad es cosa extraña. Parece patraña.

Raro: desde que me pediste el matrimonio, duraste quieta y cumplidora, apenas media docena de años. Espero que los olvides, que los sepulte tu negra conciencia, y te los meta por el culo, para tu precario bien.

Tus hijos, en cambio, recordarán siempre esos seis felices aniversarios, como los dorados días de la tranquilidad.

Y al final, todo te lo he perdonado: olvidé tus pasadas e innumerables infidelidades inmundas.

Mas ahora, que tuviste el atrevimiento inconsciente de llevarte la joya de la corona, a mi queridísimo Benjamin Franklin Thomas Lívingston, te manifiesto mi repudio.

Te repudio Mujer.

A ti te olvido pero rescataré a mi precioso tesoro del averno y de tus diabólicos designios:

Iré como el Caballero de la Triste Figura a salvarlo para que cumpla su destino: llegará a ser verdaderamente todo un Hombre de Bien.

¡No te atrevas a lastimar su candidez y su precoz talento encantador!

¡Apiádate de Tom que no merece tener una niñez tan infeliz como la tuya! ¡Basta de salvajismo! No permitas que testimonie con azoro cómo la piara, los puercos lujuriosos se revuelcan en el lodazal con su Puta Madre!

Permite que siga venerándote.